El planeta, que más llamaba la atención a Mario, era Venus. Por eso, el día que conoció a Verenice; comprendió. Aquella mujer, con el nombre de Venus tatuado en la cintura, cambiaría su vida. Verenice, produjo en Mario una atracción indescriptible. Tan grande fue aquella atracción, que en cuatro días, Mario abandonó su peculiar vida, para transformarse en un aventurero entre los brazos de Verenice. Sus aventuras duraron poco tiempo. Verenice atrapó a Mario en su tela de araña.
Por las noches, la hermosa dama de colmillos infinitos, bebía su sangre, sin importarle el amor que Mario le profesaba.

Alejandra Plath