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Cartas del Ausente (2011, selección 1)
Ulises Varsovia

Cualquier día

Cualquier día del remolino
de los meses vertiginosos,
soltar todas las amarras,
incendiar todas las naves,
cortar todos los puentes,
bloquear todos los caminos,
borrar todas las imágenes,
y volver a empezar de cero.

Olvidar que estuvimos, que fuimos,
que pasamos por aquel sendero,
que dormimos con ella en un puerto
en algún lugar de los mares,
que atravesamos la noche
tenebrosa de una cruel infancia,
y volver a empezar de cero.

Cualquier día quemar los cuadernos,
quemar las letras de la ira,
quemar el talismán, la cruz,
quemar las ropas usadas,
las maletas del largo viaje,
y volver a empezar de cero.

Salir desde alguna mañana
cantando por las nuevas sendas,
libres de toda condena,
livianos de toda carga,
vacíos de todo reproche,
renacidos desde las cenizas
de uno que en la auto-inmolación.

Algún día levantarnos
y haberlo olvidado todo,
haber cortado las amarras,
volver a empezar desde cero,
y ya nunca más mirar atrás.

Nuevo amanecer

Inédito el alegre bardo
por los caminos vírgenes
de una vida recién emergida
desde las tibias cenizas.

Canta a la tarde inmolándose
sobre el horizonte en llamas,
canta a los ágiles arroyos
fluyendo hacia los frescos valles,
canta al labriego en el barbecho,
canta al albañil y su argamasa.

Canta al águila precipitada
como un rayo sobre su presa,
canta a la aurora elevándose
desde las tinieblas de la noche,
canta al pan, al vino, a los cereales,
al músculo del recio portuario.

Canta, bardo, a los marineros
en la gran tormenta oceánica,
canta al rugido del león,
canta a la lluvia ramificando
su linfa ancestral por los campos,
canta al trigo y su virtud vital,
canta al arriero por los montes.

Canta, inédito rapsoda,
con tu lira recién salida
de la metalurgia de los vientos,
canta a la vida aún soberana
sobre las dolencias del planeta,
canta, canta al nuevo amanecer.

Nuevos pasos

No me abandones, poesía,
ahora que he salido de mi tumba,
y comienzo a dar los nuevos pasos
hacia un destino todavía en brumas,

sostén sobre tu recio andamio
ésta, mi vida rescatada
desde una hoguera ardiendo sin tregua
en una profundísima hondonada,

no me abandones, poesía,
ahora que mis pies resolutos,
ahora que mis retoños despiertan
y echan a andar por el ancho mundo.

Renuevos

Crezca tu sabiduría
como la hierba en la pradera,
renuévese y vuelva a crecer
cuando tus reses hambrientas,
cuando tus grandes manadas
de reflexiones y pensamientos
pasten en tu mente hasta el cansancio.

De tanto pensar y pensar,
de tanto ahondar en la bruma,
envejece también tu sapiencia,
pero gana también en madurez.

Que aquello que hayas de decir,
o de poner en tu cuaderno,
se renueve como la hierba,
y crezca también en cordura,
y pasten allí las manadas
de tus fuentes inagotables.

Legado

Lo que aquí se escriba permanezca,
dure, perdure y sobreviva
las edades del oscurantismo,
las grandes proscripciones, las purgas,
la quema de libros en las plazas.

Resista el cuaderno mi grafía,
adhiérase la tinta al papel,
de manera tal que ni los siglos,
ni las guerras ni revoluciones
borren o destruyan mi legado.

He aquí mis vástagos saliendo
penosamente de mi cerebro,
penosamente de mi cálamo:
no os amortajará la noche,
no os convertiréis en lengua muerta.

Emitid, tiernas palabras mías,
un leve rugido de cachorro,
un chillido delgado de águila,
y mantened en alto mi nombre
por todos los siglos de los siglos.

Carta del ausente

Carta del ausente
a todos y a cada uno
de quienes permanecieron
en el hogar primitivo.

Carta de quien desertó
de filas en la tierra amada,
y salió a recorrer mundo
con sus rudimentos léxicos
de lenguas extraterrestres,

carta de vuestro paisano
enraizado en las faldas
de las montañas helvecias,
y sin raíces, empero,

carta desde el exilio
para mi prosapia andina,
oceánica, patagónica,
desértica, diaguita, changa,
araucana, alacalufe,
talquina, porteña, chilota,

carta de uno que anclado
férreamente en la madre patria,
sobreviviendo en las nieves
de este invierno boreal
perpetuado en la fatiga.

Extranjero de ti mismo

¿Hasta cuándo serás, viajero,
el extranjero de ti mismo?
¿Hasta cuándo mirarás la imagen
de un extraño en el espejo,
de uno que parecido a ti,
y distinto, y otro, y el mismo?

Dolorosa tu otra otredad,
la de aquél que siendo sí mismo,
sigue siendo el que no fuiste,
ni el que ha dejado de ser,
ni de aquél que está en camino,
ni ninguno de los que serás.

Viajero eres entre los rostros,
entre las vidas y las muertes,
entre los seres que te habitan
sin que ninguno te asuma,
sin que ninguno te asimile.

El otro que desde el espejo,
ése tu major aliado,
ése que siendo y no siendo,
más cerca de ti, sin embargo.

Y aquél que incógnito en tu sueño,
ése que su propia máscara,
y su propia voz sustraída,
ése es el que más lejos,
ése es el que más lejos.

¿Hasta cuándo serás, hermano,
el extranjero de ti mismo?

Trenes

Los trenes que parten
hacia cualquier destino
en la extraña geografía
de los amaneceres,

los trenes rumbo a la noche,
rumbo a ya no regresar
con su carga de vidas
en fuga de sí mismas,
en fuga de la memoria.

Atravesaréis los días
llenos de valles y de bosques,
atravesaréis los ríos,
los maizales y viñedos,
y nunca llegaréis,
ni sabréis donde estáis,
cuando el largo convoy
detenga sus máquinas
en algún lugar.

Subid conmigo, viajeros,
almas atrapadas
en una laguna obscura
al fondo de vosotros,
subid, subid al convoy
de vagones zigzagueando
como vuestras vidas
por las largas semanas,

subid a que nunca lleguéis,
a que dejéis atrás
largas distancias,
sin llegar a destino
en alguna estación
que no conocéis.

Trenes espectrales
zarpando al amanecer
desde un puerto en tinieblas,
rumbo a ya nunca volver.