Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina
Liudmila Petrushévskaia
Ediciones Atalanta

Fiel a la rica tradición oral de su país, donde las mujeres tienen un talento natural para contar historias, Liudmila Petrushévskaia cautiva la imaginación con estos relatos directos, tan cercanos al espíritu místico y pesadillesco de Poe como a la sobria exactitud realista de Chéjov. Cada cuento transmite el peso de la vida y, al mismo tiempo, el roce vertiginoso de lo extraño. Pero lo insólito siempre acaece a gente corriente: un coronel que acaba de perder a su esposa y habla con ella en sueños; una mujer que odia a su vecina y vive con ella y su niño en un mezquino apartamento de dos habitaciones; un joven que anuncia a una familia la horrible noticia de que una epidemia se ha extendido por toda la ciudad. A veces los personajes se identifican con lo puramente fantástico: una gorda inmensa, que necesita tres sillas y dos camas para descansar, se convierte cada noche en dos deliciosas bailarinas que danzan por la casa; o una muchacha que ha perdido la memoria y se encuentra en un lugar desconocido y que es recogida por un camionero monstruoso y un siniestro encapuchado… «Canciones», «alegorías», «réquiems» o «cuentos de hadas», los denomina su autora. En cualquier caso, todos estos relatos, como dice Jorge F. Hernández en su prólogo, transpiran una rara adrenalina.

Liudmila Petrushévskaia es la autora más destacada de la literatura rusa contemporánea. Nació en 1938 en Moscú, ciudad en la que sigue residiendo. Pintora, dramaturga y cantante de sus propias canciones en algunos teatrillos y cabarets moscovitas, tiene publicadas quince colecciones de relatos y varias novelas, como Tiempo de noche (1992) y Svoi Krug, considerada un clásico moderno sobre la denuncia de la intelectualidad soviética en la última década de la era comunista. El reconocimiento le llegó tarde. En 2003 recibió, a los 65 años, el más prestigioso premio nacional de las letras rusas. Al año siguiente fue galardonada con el Premio Pushkin; en 2004, con el Premio del Estado Ruso para las Artes, y en 2005, con el Premio Stanislavski. A partir de entonces su obra ha sido traducida a más de treinta lenguas y sus piezas teatrales representadas en todo el mundo. En 2010 obtuvo en Estados Unidos el Premio Mundial de Fantasía por la obra que publica ahora Atalanta.