literatura

“En este tiempo andaba peregrinando tambien por tierras extrañas, temeroso de las iras del Santo Oficio de la Inquisicion, el judaizante Juan Pinto Delgado, autor del Poema de la reina Ester, de las Lamentaciones del profeta Jeremias, de la Historia de Rut, i de otras poesias que dió á la estampa en Paris bajo el amparo del famoso cardenal de Richelieu, valido de Luis XIII rei de Francia.
Las obras poéticas que salieron de José Pinto Delgado son escelentes, i merecen ser tenidas en alto concepto i grande estimacion por los aficionados al estudio de las buenas letras. Sirvan de muestra las siguientes quintillas que forman una parte de las Lamentaciones del profeta Jeremias.

¿Cuál desventura, oh ciudad,
ha vuelto en tan triste estado
tu grandeza y majestad,
y aquel palacio sagrado
en estrago y soledad?
¿Quién á mirarte se inclina
y á tus muros derrocados
por la justicia divina,
que no vea en tus pecados
la causa de tu ruina?
¿Quién te podrá contemplar,
viendo tu gloria perdida,
que no desee que un mar
de llanto sea su vida
para poderte llorar?
¿Cuál pecado pudo tanto
que no te conozco agora?
Mas, no advirtiendo, me espanto
que tú fuiste pecadora,
y quien te ha juzgado Santo.
En ofenderle te empleas
ya por antigua costumbre
y en errores te recreas,
y así no es mucho que veas
tus libres en servidumbre.
Tus palacios y tus puertas
fueron materia á la llama
en esas calles desiertas,
por émulos de tu fama
en tus miserias abiertas.
Por tus plazas y rincones
miro por ver si pasea
alguno de tus varones,
porque crea á sus razones,
cuando á mis ojos no crea.
Mas vano es este deseo;
que animales sin razon,
sin dueño, balando veo,
que no articulando el son
certifican lo que creo.
Aunque se encienda mi pecho
llamando, siempre callaron
tus hijos en su despecho,
como sus dioses le han hecho
que por engaño llamaron.
La causa porque caiste,
y porque humilde bajaste
de la gloria en que te viste,
fué la verdad que dejaste,
la vanidad que seguiste.
Ya no eres la princesa
de todas otras naciones:
ya tu altivez es bajeza.
Tu diadema y tu grandeza
se han vuelto en tristes prisiones.
Ya tu palacio real
humilde cubre la tierra
en exequia funeral:
la paz antigua es la guerra,
y el bien antiguo es el mal.
Si fuiste al Señor contraria,
de los pecados el fruto
son tu cosecha ordinaria,
ha sido el mismo tributo
por quien te ves tributaria.
No solo viste perder
la honra que te adornó;
mas tus hijos perecer,
que el Señor los entregó
al mas tirano poder.
¿Cómo se puede alentar
tu pueblo entre su gemido,
llegando á considerar
lo que seguir ha querido,
lo que ha querido dejar.
Llorando dice: “¡Ay de mi!
¿dónde estoy? ¿dónde me veo?
¿ó quien me ha traido aquí?
¡tan cerca lo que poseo!
¡tan lejos lo que perdí!”
Lloren al fin entre tanto
que no descansa su mal,
y obliguen al cielo santo;
que no puede ser el llanto
á sus delitos igual.”

(De Historia de los judíos en España de D. Adolfo de Castro. Edición de 1847)