La conquista del universo

Es precioso observar la inmensidad de ese océano sobre el que navegan los marineros de mis recuerdos en medio de mi nostalgia. Anhelando un ayer perpetuo que permanece inquebrantable a pesar de la oscuridad y el silencio.  Flotan sobre la magia de este negro vacío del que emerge la dignidad de sus almas. Desaparecieron del mundo y guiados por las olas de un mar apacible conquistaron las estrellas. Allá, donde iluminan con su majestuosidad el azul intenso. Sonríen y en ocasiones me guiñan un ojo susurrando un “te quiero” ahogado en mi tristeza. Una emoción extraña me embarga de arriba a abajo hasta lo más profundo de mis entrañas. Ahí donde duele el olvido.

Forzando un eclipse solar que quema en mi memoria; tu ausencia me hace sentir vacía, apática.  Más allá de mi vida; más allá de tu muerte: ahora y siempre seré tu hija. Al margen del espacio y el tiempo existe una ley universal invariable: te quiero y siempre estaré orgullosa de ti. A lo lejos, siento la estela de ese nuevo Colón del firmamento que ilumina con su brillo y su esencia personal única e irrepetible el espacio infinito. Llenando el vacío de valentía, amor y coraje. Hoy más que nunca quiero darte las gracias por haberme dado junto a mamá el mayor de los regalos: la vida.

Habitante de galaxias no inventadas. Reposas más allá de las nubes el cansancio vital acumulado sobre tu espalda. Fuiste un trabajador incansable pero ahora quiero que te cuides y descanses. Impulsado por la fuerza de la gravedad permaneces amarrado a la tierra. Tu alma sigue aquí; presente. Presidiendo la inmensidad del cosmos; a años luz de mí. Más allá de la estratosfera. Cercano y lejano a la vez; como el aire que roza mis mejillas. Tras la tormenta que provocó tu muerte, perdiste el rumbo para volver a casa con tu familia. Aquí donde está tu hogar. Guiado por la estela de una estrella fugaz, te acercas triunfante a los brazos de Dios que te espera sonriente al este de Saturno. Allí donde sólo hallarás la felicidad y la paz.

Mientras tanto, la tierra sigue girando, dando vueltas y vueltas; a veces incluso me marea el movimiento de mi mente que no para de pensar y pensar en los motivos por los que el destino me robó el privilegio de verte envejecer. Más allá de todo giro copernicano. Tanto misterio y tan pocas respuestas. En aquel entonces me era difícil comprender las razones de la finitud humana.  
 
Hoy me enfrento al mayor de los enigmas: la vida después de la vida. El amor más allá del amor. Una ecuación matemática imperfecta llena de dudas, optimismo y esperanza. Tengo alma de filósofa y corazón de poeta porque en algún momento divisé poesía en el universo. La mejor obra de arte: la Creación del mundo.

Maite Nicuesa

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