Fábulas libertinas de La Fontaine

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LA VÉNUS CALLIPYGA
Hubo en la Grecia dos siracusanas,
Que tenían un trasero portentoso;
Y, por saber la cual de las hermanas
Lo tenía más gentil, duro y carnoso,
Desnudas se mostraron á un perito
Que, despues de palpar con dulce apremio,
Ofreció á la mayor su mano, en premio.
Tomó su hermano el no ménos bonito
De la menor; alegres se casaron,
Y, tras más de una grata peripecia,
En honor de las dos un templo alzaron,
Con el nombre de: “Vénus, nalga recia.”
No sé con qué intención hubiera sido,
Mas fuera aqueste el templo de la Grecia
Al que más devocion habria tenido.

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LA TERNERA PERDIDA
Perdió un hombre del campo una ternera,
Y fue á buscarla al bosque más cercano,
Do se subió á la copa de una higuera
Para ver á lo léjos, en el llano.
Llegó en esto una dama y un mancebo
Que amantes navegaban en conserva,
Y de la higuera al pié, -decirlo debo,-
Se tendieron los dos sobre la yerba.
Sólo hablaban las manos y los ojos,
Cuando el doncel, parando su recreo,
Exclamó en el ardor de sus antojos:
“¡Qué veo, Señor mi Dios, y qué no veo!”
Y al oir esto, gritóle el aldeano
Que observaba en la copa de la higuera:
“El que ve tantas cosas, buen hermano,
¿No ve por esa selva una ternera?”

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EL BESO DEVUELTO
Paseaban Juan y Juana por la villa,
Y un señor que halló á Juana de su gusto,
Dijo á Juan: “¿Quién te dio esta maravilla?
Déjame que la bese, y como es justo,
Tomarás tu desquite
Cuando entre los casados yo milite.
-Acepto, dijo Juan, con mil amores,
A condición que nada el pacto tuerza.”
Besóla luego el otro, y con tal fuerza,
Que Juana se volvió de mil colores.
Casó ocho dias despues el caballero,
Y Juan tomço el desquite con esmero.
Y así dijo: “Señor, de haber sabido
Que erais tan leal y fiel á lo pactado,
En vez de haber á mi mujer besado,
Podriais muy bien con ella haber dormido.”

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EL GLOTON
Para su cena, un gloton,
Ordena que con presteza
Le sirvan un esturion.
Exceptuando la cabeza
Le come, enferma, le dan
Cien lavativas copiosas,
Y le dicen, con afan,
Que ponga en órden sus cosas.
“Amigos, dijo el gloton,
Tenéis sobrada razon,
Y puesto que he de morir,
Haced que sin dilacion
Me puedan aquí servir
El resto de mi esturion.”

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LOS DOS AMIGOS
Alcibíades y Axioco, compañeros
De cuerpo juvenil, bello y fornido,
Concertaron sus ánsias, y pusieron
Semillas de su amor en igual nido.
Sucedió que uno de ellos, diligente,
Trabajó tanto á la sin par doncella,
Que una niña nació, niña tan bella,
Que los dos se jactaban igualmente
De ser el padre de ella.
Cuando ya fue mujer y rozagante
Pudo seguir la escuela de su madre,
Al par los dos quisieron ser su amante,
Ninguno de ellos quiso ser su padre.
“¡Ah! Hermano, dijo el uno, á fe os digo
Que es de vuestras facciones un dechado.
-¡Error! El otro dijo; es vuestra, amigo;
¡Dejadme á mí cargar con el pecado!

Reproducción del texto y grabados de la Librería Española de Garnier Hermanos, París, 1882 y la versión de García-Ramón.

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