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La uniformidad del entorno en que nos movemos está llegando cada vez más al mundo de las artes. El desarrollo nos lo pone todo al alcance de la mano. Transformarse en cantante, pintor o escritor se está convirtiendo en solo una cuestión de querer ser. El talento ya no resulta un problema y posiblemente ni siquiera sea necesario. Pero si hace falta, también se puede inculcar e incluso comprar si se quiere. Todo consiste en seguir unos pasos previos. Unas rápidas lecciones en la materia elegida y se consigue terminar siendo un auténtico profesional de cualquier arte. ¿Para qué seguir los sórdidos caminos que debían recorrer en otros tiempos los artistas? ¿Para qué dejarse la vida en ello, si ahora por un módico precio y en poco tiempo cualquiera puede colocarse a la altura de los clásicos en cuanto a fama y prestigio?
Resulta irrisorio observar programas televisivos donde, partiendo de una pequeña estancia en un plató-academia lleno de cámaras para que todo el pais pueda seguir la evolución de los nuevos artistas, un grupo de supuestos expertos, a los que posiblemente podríamos cuestionar en algunos casos sus capacidades, se encargan de aportar una nueva cantera de artistas. Estos serán los encargados de implantar las tendencias musicales populares de los siguientes dos o tres años, afectando en gran medida a los que apuestan por otras músicas.
Otro tanto ocurre con ciertos programas radiofónicos en los que se permite a los oyentes acrecentar su ego enviando un pequeño texto que es leido a través de las ondas. Todos suelen tener el mismo estilo y el mismo contenido vulgar pseudoliterario, que es alabado por el periodista-escritor-locutor de turno. Ese es el nuevo standard que se está imponiendo. Porque, observemos que hoy en día los escritores utilizan un estilo cada vez más parecido entre ellos. Puede que se trate del modo marcado por los agentes literarios y las editoriales. Parece que nadie se atreve a no seguir esa dinámica por miedo a no vender y, por consiguiente, a no publicar. Esta manera de escribir se hace patente, por ejemplo, en la novela norteamericana de los últimos años. Todos escriben de forma muy parecida. A veces he terminado de leer una novela y he comenzado otra y la sensación que he tenido es que solo he cambiado de escenario, pero no de estilo literario ni de autor.
Así las cosas, como no es saludable ir contra corriente y es mejor aprovecharse de las posibilidades de los tiempos que corren, voy a intentar aumentar mi autoestima con una actividad de altura. Seguro que encuentro alguna escuela que se comprometa a convertirme en astronauta, aunque tenga que quitarme el vértigo con unas lecciones previas. Ya todo es posible.

Antonio Miguel Abellán