En plena era de la comunicación, de las libertades de cartón, de los «quejíos» atrapados en la insonorizada caja torácica de la clase media acomodada, y de los que olvidaron o no conocieron el verbo »escuchar» debido a que usan «gorrito con orejeras de Operación Triunfo», »observar» por pasar el tiempo siguiendo con la hipnotizada mirada la infinita espiral bicolor que emite la televisión 36 horas al día, por ejemplo; y »sentir», ya que «la muerte de una persona es una tragedia, pero la muerte de miles es solo estadística (Stalin)», y todas las frases que podamos encontrar en nuestro propio purgatorio, donde se aloja la lógica de la incoherencia que a lo largo de nuestras vidas hemos creado desde la observación de nuestro entorno cada vez más globalizado, y que juegan con nuestra sensibilidad, factorizando el producto de nuestra introspección.
Buscando el verdadero avance que ha implicado esta »revolución sin ideal» en las personas de a pié, («y no en las que viajan en un Porche»), evidenciamos que existe una escasa información habilitada, una preparación para la colectividad y la sociedad a nivel de individuo, y me atrevería a decir que incluso evolutivo, ya que aún somos seres tribales degenerados por el ansia de poder que tantas veces ha unido y quebrado naciones, imperios o relaciones interpersonales. De este modo obtenemos la hipótesis de que »estamos creando y otorgando derechos y deberes a bebés analfabetos y dejamos en sus manos la responsabilidad de su cumplimiento, sin educarlos para analizar, sintetizar, criticar, expresar, percibir, sentir, extrapolar, debatir, matizar, etc.; y ni siquiera para leer con los ojos abiertos la letra grande y pequeña que recoge dichos derechos y deberes».
No obstante, dentro del gran cesto podrido de ignorancia, existen y existieron personas que dejarán un valiosísimo legado a los futuros «bebés». El »Taller de Creación», («aunque sea virtual y no podamos conversar tomando té y fumando hierba todos juntos»), es bajo mi punto de vista una ventana hacia el conocimiento y un punto de inflexión entre la literatura del ayer y hoy, y más aún, entre los miembros de un sector por desgracia minoritario que demanda información y oportunidades para expresar sus opiniones, recomendaciones, curiosidades, etc.; sobre cualquier tema, ya que la misma literatura no tiene ni debería tener límite, al igual que el legado que representa.
En nombre de los usuarios que conformamos el taller y los que poco a poco se irán uniendo, agradezco el esfuerzo que conlleva crear y expandir una página de estas magnitudes, (con el valor de su contenido), y la oportunidad de que exista una interactividad entre nosotros.
Saludos cordiales desde el antiguo centro del mundo.

Alberto García