Una muerte anunciada

Ha fallecido uno de los seudohombres más siniestros y oscuros que ha pisado mi patria. Personaje en el que enumerar todos sus delitos estaría demás, pues mucho ya se sabe de ello; eso sí, quizás decir que es difícil encontrar en la historia alguien que como él haya sucumbido prácticamente a todos los atributos de la maldad.
Atribuirle el hecho de su nacimiento en Chile, sería un acto sólo de la pura casualidad que de tanto en tanto sucede en la humanidad. Personajes como él han abundado en la historia. Ellos al no tener un equilibrio sano, al detentar el poder, se han dejado y se dejan llevar en sus personalidades por sus lados más siniestros. Son los que le han hecho, le hacen y le harán daño al humanismo, aquel estadio a que el hombre en todo el sentido de la palabra debe aspirar, para que la sociedad toda pueda quedar inserta en un mundo de plena Armonía, Paz, Libertad e Igualdad para todos sus congéneres.
Sería un acto de suprema falsedad el decir que ahora transita en paz por los laberintos del silencio en busca de alguna luz eterna que los hiciera descansar. Los hombres que como él se han dejado llevar por su lado oscuro, así se lo desearían, como él mismo lo deseó estando aún con vida. Muy por el contrario, esos entes iracundos, al decir de los budistas tibetanos, que ellos mismos han generado por sus actos de crueldad, de palabras, obras y pensamientos, son los que no sólo los atormentarán, sino que le impedirán el libre tránsito hacia ese estadio que todos los creyentes queremos llegar y cuyo nombre varía con las religiones que el hombre ha hecho suyas en las distintas culturas que existen y han existido en la humanidad.
A este hombre, si se le pudiera atribuir ese calificativo, sólo le resta transitar por los laberintos de oscuridad, sin tener ninguna posibilidad de llegar a un lugar, cualquiera que sea éste, deseando por toda la eternidad incluso el peor de los lugares.
Difícil es desearle algo mejor, aunque lo quisiera, pues él mismo lo generó.
Al respecto, de su muerte, publico nuevamente un soneto, el que escribí después de una de sus tantas asonadas de muerte que tuvo.

JUICIO PÓSTUMO
Cruces y memoriales convergentes
rescatan una historia de insolencia
escrita con palabras de imprudencia
en tributo a un poder irreverente:

“En nombre de mi padre inconsecuente,
con el seso convoco tu presencia
a cercenar los huesos con violencia
para entregar poder a incompetentes”.

A Marte entronizaste sempiterno
con gritos de guerrero no vidente,
maldijiste a tu muerte en el averno.

El fuego en tu memoria ya es eterno
y aunque tengas mil vidas penitentes
volverás a viajar por el infierno.

Valdivia Diciembre de 2006.
Lionel Enriquez

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