Rayo de alba

Un rayo del alba rozó a mis ojos, los tocó con el dedo tembloroso de la luz hasta hacerlos brillar en medio del sueño en el que reposaban. Aquella silueta que emergió de la nada como un viento de repente, se hizo carne y candil al verla frente a mi mirada absorta.

Bella, tanto como el claro de la aurora que mancha de fuego el agua en quietud. Ella llegaba a mi vida para deshacer los otoños, calmar los inviernos, refrescar el verano y engalanar la primavera, que con sus ciernes silvestres le hacía venias y cortejos a su marcha nupcial.

Ella, frágil y tierna como la voz de una niña, con la suavidad con que la mañana desviste a la luna, se sumergió en mi mundo de sinestesias y versos de nadie, para hacerlos tan suyos como ella tan mía, para hacernos de nadie, tan solo de los dos.

Ella, brasa de fuego que camina en mi cuerpo, que deja huellas de su llama, que me arde tan adentro donde ahora está encendida.

Bella, hermoso cisne que vuela entre cuervos, como la blanca luna que se asienta en la sombra profunda que es la noche. Ella es, a quien mi deseo llama cada noche de mis días.

Kevin Bello Parada

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